dissabte, 23 de maig del 2009


“Su dulzura sobrevivía entera en el dolor. No hablaba de este dolor, nunca dijo una palabra al respecto. A veces, su rostro temblaba, cerraba los ojos y apretaba los dientes. Pero nunca decía nada referente a las imágenes que veía detrás de los ojos cerrados. Hubiérase dicho que amaba ese dolor, que lo amaba como me había amado, muy intensamente, quizás hasta morir, y que ahora lo prefería a mí. A veces decía que quería acariciarme porque sabía que yo deseaba que lo hiciera y que quería mirarme en el momento en que el placer se produjera. Lo hacía y al mismo tiempo me miraba y me llamaba como a su hija. Se había decidido no volver a verse pero no era posible, no había sido posible. Cada tarde lo encontraba delante del instituto, en su coche negro, la cabeza vuelta de vergüenza”.


El amante, de Marguerite Duras

Cap comentari:

Publica un comentari a l'entrada